Lo que ocurrió con Ifigenia y Orestes.
Ya contamos lo que había ocurrido con Ifigenia cuando su papucho Agamenón creyó que la había partido al medio con un chuchillo, también contamos lo que aconteció con Orestes luego de matar a su mamita Clitemnestra y el amante de ésta, Egisto.
Aquí, damas y caballeros, les presento el final de la historia.
Orestes fue condenado por Apolo a dirigirse al Tauro a buscar una estatua de Artemisa que había caído desde el cielo, la cual debía ser llevada a Atenas. Orestes fue a donde el dios le había indicado, lo hizo acompañado con su íntimo amigo Pílades (tomen con pinzas eso de “íntimo amigo”, ya que todos sabemos cómo eran las amistades íntimas entre los hombres griegos de la antigüedad. ¡SEXO, gente, me refiero a SEXO!
Ambos fueron a buscar la codiciada estatua, pero tuvieron la mala suerte de ser apresados por los habitantes del lugar, los tauros (Y… mucha sorpresa no podía haber con el nombre de los habitantes). Este pueblo tenía la costumbre de sacrificar a los extraños que llegaban a sus costas en su homenaje a la diosa Artemisa.
Mientras estaban presos, apareció la sacerdotisa de Artemisa encargada de realizar el sacrificio y le propuso a Orestes liberarlo si éste se comprometía a entregar una carta en Grecia; Orestes se negó a este pedido, pero dijo que con gusto moriría si ella liberaba a Pílades, el cual llevaría la carta. Pílades se niega a esto insistiendo en que fuera Orestes quien escapara lo cual produjo un diálogo acalorado entre los dos amigos, algo como por ejemplo:
Orestes: — No, bichi, andate vos.
Pílades: —Que no me voy, yo me quedo con todos estos muchachos rudos para que me den con todo lo que tengan en el altar.
Orestes: —Me parece que te estás avivando, ¿no que yo era tu único amor? ¡Te vas vos y no se discute más!
Pílades: ¡¡¡¡¡¡¡UFA!!!!!!! ¡´Ta bien, celoso!
La carta fue entregada a Pílades y… no se sabe bien cómo, pero la cosa es que se enteraron de su contenido (flor de chusmas que eran los dos, le leyeron la carta a la sacerdotisa). La sorpresa fue enorme cuando descubrieron que la mujer encargada de matar a Orestes no era otra que Ifigenia, a quien Artemisa había enviado allí al salvarla del sacrificio. Al final, los tres escaparon de allí llevando con ellos la estatua de Artemisa.
Orestes se dirigió a Micenas, el reino de su padre, y allí enfrentó a Aletes, quien era el hijo de Egisto (el amante de su madre que había sido asesinado junto a ésta por el propio Orestes). Orestes fue el vencedor y tomó posesión del reino que había pertenecido a su padre al cual anexó nuevas tierras. Evidentemente, a la familia de Egisto y Aletes no le fue muy bien al encontrarse con Orestes.
Por su parte, Ifigenia llevó la imagen de la diosa a Braurón, Ática, donde permaneció como sacerdotisa.
A pedido de la gran diosa Hera, reina de los dioses (obviamente, la tengo al lado mío y por eso tengo que escribir estos halagos) se abre un concurso en la cual ustedes están invitados a ponerle un puntaje a los dioses, según lo que aparece descripto de ellos en la sección “Perfiles Griegos”.
La escala es la siguiente:
10) Espetacular como una buena tarta de jamón y queso.
8-9) Lo mismo que una orgía donde Afrodita/Eros te busca solo a vos.
6-7) Muy güeno como humillar a tus rivales frente a todo el mundo.
4-5) Algo así como cuando sos chico y para tu cumple te regalan… ¡ropa!
2-3) Feo, feo como una foto de Luisa Delfino/Chiche Gelblung, a los 80 años, en tanga/slip.
1) Más fulero que pisar cacona descalzo, resbalarte y caer encima con la boca abierta.
Aquí, damas y caballeros, les presento el final de la historia.
Orestes fue condenado por Apolo a dirigirse al Tauro a buscar una estatua de Artemisa que había caído desde el cielo, la cual debía ser llevada a Atenas. Orestes fue a donde el dios le había indicado, lo hizo acompañado con su íntimo amigo Pílades (tomen con pinzas eso de “íntimo amigo”, ya que todos sabemos cómo eran las amistades íntimas entre los hombres griegos de la antigüedad. ¡SEXO, gente, me refiero a SEXO!
Ambos fueron a buscar la codiciada estatua, pero tuvieron la mala suerte de ser apresados por los habitantes del lugar, los tauros (Y… mucha sorpresa no podía haber con el nombre de los habitantes). Este pueblo tenía la costumbre de sacrificar a los extraños que llegaban a sus costas en su homenaje a la diosa Artemisa.
Mientras estaban presos, apareció la sacerdotisa de Artemisa encargada de realizar el sacrificio y le propuso a Orestes liberarlo si éste se comprometía a entregar una carta en Grecia; Orestes se negó a este pedido, pero dijo que con gusto moriría si ella liberaba a Pílades, el cual llevaría la carta. Pílades se niega a esto insistiendo en que fuera Orestes quien escapara lo cual produjo un diálogo acalorado entre los dos amigos, algo como por ejemplo:
Orestes: — No, bichi, andate vos.
Pílades: —Que no me voy, yo me quedo con todos estos muchachos rudos para que me den con todo lo que tengan en el altar.
Orestes: —Me parece que te estás avivando, ¿no que yo era tu único amor? ¡Te vas vos y no se discute más!
Pílades: ¡¡¡¡¡¡¡UFA!!!!!!! ¡´Ta bien, celoso!
La carta fue entregada a Pílades y… no se sabe bien cómo, pero la cosa es que se enteraron de su contenido (flor de chusmas que eran los dos, le leyeron la carta a la sacerdotisa). La sorpresa fue enorme cuando descubrieron que la mujer encargada de matar a Orestes no era otra que Ifigenia, a quien Artemisa había enviado allí al salvarla del sacrificio. Al final, los tres escaparon de allí llevando con ellos la estatua de Artemisa.
Orestes se dirigió a Micenas, el reino de su padre, y allí enfrentó a Aletes, quien era el hijo de Egisto (el amante de su madre que había sido asesinado junto a ésta por el propio Orestes). Orestes fue el vencedor y tomó posesión del reino que había pertenecido a su padre al cual anexó nuevas tierras. Evidentemente, a la familia de Egisto y Aletes no le fue muy bien al encontrarse con Orestes.
Por su parte, Ifigenia llevó la imagen de la diosa a Braurón, Ática, donde permaneció como sacerdotisa.
A pedido de la gran diosa Hera, reina de los dioses (obviamente, la tengo al lado mío y por eso tengo que escribir estos halagos) se abre un concurso en la cual ustedes están invitados a ponerle un puntaje a los dioses, según lo que aparece descripto de ellos en la sección “Perfiles Griegos”.
La escala es la siguiente:
10) Espetacular como una buena tarta de jamón y queso.
8-9) Lo mismo que una orgía donde Afrodita/Eros te busca solo a vos.
6-7) Muy güeno como humillar a tus rivales frente a todo el mundo.
4-5) Algo así como cuando sos chico y para tu cumple te regalan… ¡ropa!
2-3) Feo, feo como una foto de Luisa Delfino/Chiche Gelblung, a los 80 años, en tanga/slip.
1) Más fulero que pisar cacona descalzo, resbalarte y caer encima con la boca abierta.