jueves, marzo 27, 2008

4º Trabajo: Capturar al jabalí de Erimanto.

Este trabajo del héroe me es particularmente doloroso de recordar por motivos que se explicarán solos en el relato.
Euristeo encargó a Hércules que trajera vivo a un fantástico jabalí que asolaba las tierras de Erimanto y el hijo de Zeus se dirigió a estos lejanos lugares para cumplir la orden. En su camino, el héroe se hospedó en casa del centauro Folo, conocido y amigo mío, y éste le invitó con una excelente cena excusándose de solo poder brindarle agua para beber. Inicialmente Hércules no tuvo inconvenientes, pero con el correr del tiempo se vio deseoso de probar vino con aquella comida, pero Folo le explicó que solamente tenía un barril de vino que pertenecía a los centauros, quienes no verían con buenos ojos que lo bebiera un extraño.
Hércules lo presionó para que abriera el barril prometiendo defenderlo de cualquiera que quisiera atacarlo, cosa que tuvo que cumplir luego cuando los demás centauros se acercaron a aquel lugar atraídos por el dulce aroma de la bebida.
Hércules disparó sus flechas embebidas en la sangre de la Hidra de Lerna y muchos centauros cayeron muertos por el veneno de las mismas y vinieron a mi casa y se escudaron detrás mío. Mi querido amigo Hércules no fue muy sensato en aquel episodio y no diferenció entre sus rivales y yo; una de sus flechas envenenadas se clavó en mi rodilla y no tardé en sentir los dolores del veneno de la Hidra.
Horrorizado de su obra, Hércules trató en vano de curarme y, teniendo en cuenta mi inmortalidad, esos dolores jamás acabarían con mi vida por lo que estaba condenado a sufrir por siempre; afortunadamente, Hércules sacó a Prometeo del Hades y me colocó a mi en su lugar, dándome finalmente la paz deseada.
Como nota al margen, debo decir que al volver a la casa de Folo, Hércules encontró al dueño de casa muerto ya que, motivado por la curiosidad, tocó las flechas disparadas y se hizo un pequeño corte, suficiente para que el veneno hiciera su trabajo.
Así, apesadumbrado por lo sucedido con Folo y conmigo, Hércules llegó a la cueva del jabalí y trabajosamente logró que el animal lo persiguiera por un largo tiempo. Como antes había cansado a la cierva de Cerinea persiguiéndola ahora hacía que el jabalí lo corriera a él con el mismo propósito, ya que la orden era de capturarlo vivo.
La resistencia del animal resultó ser sorprendente, pero muy inferior a la del héroe; una soga para detenerlo y una red para capturarlo fue todo lo que necesitó para atraparlo, como vemos en la imagen.


Hércules lo subió a su espalda y así lo llevó hasta Euristeo, quien temió tanto la fuerza del héroe que se escondió en una vasija al verlo por temor a que lo atacara.

miércoles, marzo 19, 2008

3º Trabajo de Hércules. La cierva de Cerinea.

El tercero de los trabajos del héroe consistía en capturar viva a una fabulosa cierva, la cual estaba consagrada a Artemisa. Dicho animal era absolutamente fantástico, poseía una altura superior a cualquier otro ciervo antes conocido, su cornamenta estaba compuesta únicamente de oro, su patas eran fuertes y hermosas con las cuales desarrollaba una enorme velocidad al correr y sus pies eran duros y broncíneos para resistir largas carreras.
Tan solo el simple hecho de tocar al animal era considerado un sacrilegio imperdonable.
Sabiendo que no sería sencillo dominar a la cierva, Hércules se tomó la molestia de perseguir y arrinconar a su presa ni más ni menos que durante todo un año, tiempo después del cual el animal se sintió fatigado y no estuvo en condiciones de continuar con aquel ritmo en su huida y estuvo a merced del héroe.
Aún así, el hijo de Zeus no pudo capturarla hasta que no le disparó una flecha que lastimó levemente la piel de la pata de la cierva, hecho que le impidió continuar resistiendo. Para hacer esto, Hércules tuvo la precaución de no utilizar sus flechas habituales ya que éstas habían sido embebidas en la sangre venenosa de la Hidra de Lerna, lo cual les permitía acabar con la vida de cualquier desafortunado que sufriera las más mínima herida con ellas.
Con la cierva herida, Hércules no tuvo inconvenientes en levantarla y llevarla sobre sus hombros hasta presentarla a Euristeo, pero en el camino se encontró con Apolo y Artemisa, dueña del animal, quieres lo interrogaron acerca de lo sucedido y hasta quisieron quitarle la cierva por la fuerza.
En la imagen vemos al héroe frente a frente con Artemisa, tratando de lograr que le permitiera pasar sin inconvenientes.


Hércules tuvo que hacer su mejor esfuerzo para explicar la situación y sus medio hermanos inmortales (los tres eran hijos de Zeus, pero Hércules tenía distinta madre) terminaron comprendiendo la obligación que el héroe tenía de completar sus tarea y permitieron que se llevara el animal.

viernes, marzo 07, 2008

La Odisea. Cantos XXIII y XXIV.

Euriclea avisa a la digna Penélope de la llegada de su esposo, pero debe repetírselo en cuatro oportunidades ya que la reina no le cree. Finalmente la reina aparece en las salas donde estaba su amado Odiseo, pero permanece a cierta distancia sin decir una sola palabra. Ante el reproce de Telémaco, ella responde que no puede estar segura de si ese hombre es realmente el rey. Odiseo indica a su hijo que disponga todo como si se estuviera festejando una boda, para que nadie sospeche de la masacre y no desate la venganza de amigos y parientes de los muertos.
Odiseo se asea para limpiarse del polvo y la sangre y luego habla con su esposa, quien todavía no termina de convencerse, por lo que indica a Euriclea que prepare una cama para aquel hombre. Odiseo se enfada y protesta por no poder dormir en su propia cama, el que él mismo había fabricado antes de partir y lo describe con tanto detalle que la reina queda convencida de la identidad del rey de Ítaca, ya que nadie más que ellos dos conocían ese lecho.
Ambos amantes esposos comparten el delicioso placer.



Luego de lo cual esperan el sueño reparador contando sus penas; Penélope le cuenta de la invasión de los galanes y sus llantos sin fin y Odiseo cuenta sus aventuras con los cícones, los cíclopes, los lestrigones, Circe, el viaje al Hades, las sirenas, Escila y Caribdis, las vacas del Sol, Calipso y los feacios.
Al otro día, Odiseo aconseja a su esposa abandonar el palacio por temor a la venganza por la masacre y parte armado junto con su hijo, Eumeo y Filetio a buscar a Laertes, su padre. Al llegar, el rey envía a los otros tres a preparar el almuerzo y luego encuentra a su padre, viejo y abatido por la pena, y derrama un sufrido llanto.
Lleno de ardides, Odiseo se acerca a él ocultando su identidad y se finge extranjero para obtener datos. Laertes cuenta de la pérdida de su hijo, motivo de todas sus penas y mueve la pasión de su hijo, quien se muestra ya sin engaños y le hace ver la herida en su pierna, con lo cual disipa todas las dudas.
Entretanto, la noticia de la muerte de los pretendientes se esparce y varios van en busca del rey para obtener la deseada venganza.
En el Olimpo, la ojizarca Atenea rapaz pregunta al Crónida Zeus acerca de sus planes para dicho enfrentamiento, y éste le responde que lo justo sería que hubiera paz entre ellos, la masacre fuera olvidada y Odiseo viviera largos y pacíficos años.
El anciano Dolio con sus hijos se habían sumado a Odiseo, llevando el número a doce hombres, cuando recibieron la noticia de que varios hombres llegaban a luchar. Todos ellos se armaron sin demora y salieron a enfrentarlos.
Atenea apareció con la forma de Mentor alentó los ánimos de Telémaco, lo cual llenó de orgullo a Laertes, su abuelo, y luego dio a éste una lanza. Odiseo vio cómo su padre lanzaba el arma como si fuera un joven poderoso y ésta se clavaba en la cabeza de Eupites, padre de Antínoo.
La batalla comenzó y Odiseo y Telémaco hubieran acabado con todos los enemigos si no hubieran sido detenidos por la imbatible Atenea, quien los alentó a la paz para no enojar a Zeus.

La Odisea finaliza con estas palabras:
“Así dijo Atenea, gozóse él de oírla, aquietóse y ella, Palas, nacida del dios que la égida embraza, para siempre jamás puso acuerdo en los bandos contrarios simulando la voz de Mentor y su cuerpo y su y su figura.”