4º Trabajo: Capturar al jabalí de Erimanto.
Este trabajo del héroe me es particularmente doloroso de recordar por motivos que se explicarán solos en el relato.
Euristeo encargó a Hércules que trajera vivo a un fantástico jabalí que asolaba las tierras de Erimanto y el hijo de Zeus se dirigió a estos lejanos lugares para cumplir la orden. En su camino, el héroe se hospedó en casa del centauro Folo, conocido y amigo mío, y éste le invitó con una excelente cena excusándose de solo poder brindarle agua para beber. Inicialmente Hércules no tuvo inconvenientes, pero con el correr del tiempo se vio deseoso de probar vino con aquella comida, pero Folo le explicó que solamente tenía un barril de vino que pertenecía a los centauros, quienes no verían con buenos ojos que lo bebiera un extraño.
Hércules lo presionó para que abriera el barril prometiendo defenderlo de cualquiera que quisiera atacarlo, cosa que tuvo que cumplir luego cuando los demás centauros se acercaron a aquel lugar atraídos por el dulce aroma de la bebida.
Hércules disparó sus flechas embebidas en la sangre de la Hidra de Lerna y muchos centauros cayeron muertos por el veneno de las mismas y vinieron a mi casa y se escudaron detrás mío. Mi querido amigo Hércules no fue muy sensato en aquel episodio y no diferenció entre sus rivales y yo; una de sus flechas envenenadas se clavó en mi rodilla y no tardé en sentir los dolores del veneno de la Hidra.
Horrorizado de su obra, Hércules trató en vano de curarme y, teniendo en cuenta mi inmortalidad, esos dolores jamás acabarían con mi vida por lo que estaba condenado a sufrir por siempre; afortunadamente, Hércules sacó a Prometeo del Hades y me colocó a mi en su lugar, dándome finalmente la paz deseada.
Como nota al margen, debo decir que al volver a la casa de Folo, Hércules encontró al dueño de casa muerto ya que, motivado por la curiosidad, tocó las flechas disparadas y se hizo un pequeño corte, suficiente para que el veneno hiciera su trabajo.
Así, apesadumbrado por lo sucedido con Folo y conmigo, Hércules llegó a la cueva del jabalí y trabajosamente logró que el animal lo persiguiera por un largo tiempo. Como antes había cansado a la cierva de Cerinea persiguiéndola ahora hacía que el jabalí lo corriera a él con el mismo propósito, ya que la orden era de capturarlo vivo.
La resistencia del animal resultó ser sorprendente, pero muy inferior a la del héroe; una soga para detenerlo y una red para capturarlo fue todo lo que necesitó para atraparlo, como vemos en la imagen.
Euristeo encargó a Hércules que trajera vivo a un fantástico jabalí que asolaba las tierras de Erimanto y el hijo de Zeus se dirigió a estos lejanos lugares para cumplir la orden. En su camino, el héroe se hospedó en casa del centauro Folo, conocido y amigo mío, y éste le invitó con una excelente cena excusándose de solo poder brindarle agua para beber. Inicialmente Hércules no tuvo inconvenientes, pero con el correr del tiempo se vio deseoso de probar vino con aquella comida, pero Folo le explicó que solamente tenía un barril de vino que pertenecía a los centauros, quienes no verían con buenos ojos que lo bebiera un extraño.
Hércules lo presionó para que abriera el barril prometiendo defenderlo de cualquiera que quisiera atacarlo, cosa que tuvo que cumplir luego cuando los demás centauros se acercaron a aquel lugar atraídos por el dulce aroma de la bebida.
Hércules disparó sus flechas embebidas en la sangre de la Hidra de Lerna y muchos centauros cayeron muertos por el veneno de las mismas y vinieron a mi casa y se escudaron detrás mío. Mi querido amigo Hércules no fue muy sensato en aquel episodio y no diferenció entre sus rivales y yo; una de sus flechas envenenadas se clavó en mi rodilla y no tardé en sentir los dolores del veneno de la Hidra.
Horrorizado de su obra, Hércules trató en vano de curarme y, teniendo en cuenta mi inmortalidad, esos dolores jamás acabarían con mi vida por lo que estaba condenado a sufrir por siempre; afortunadamente, Hércules sacó a Prometeo del Hades y me colocó a mi en su lugar, dándome finalmente la paz deseada.
Como nota al margen, debo decir que al volver a la casa de Folo, Hércules encontró al dueño de casa muerto ya que, motivado por la curiosidad, tocó las flechas disparadas y se hizo un pequeño corte, suficiente para que el veneno hiciera su trabajo.
Así, apesadumbrado por lo sucedido con Folo y conmigo, Hércules llegó a la cueva del jabalí y trabajosamente logró que el animal lo persiguiera por un largo tiempo. Como antes había cansado a la cierva de Cerinea persiguiéndola ahora hacía que el jabalí lo corriera a él con el mismo propósito, ya que la orden era de capturarlo vivo.
La resistencia del animal resultó ser sorprendente, pero muy inferior a la del héroe; una soga para detenerlo y una red para capturarlo fue todo lo que necesitó para atraparlo, como vemos en la imagen.