martes, julio 30, 2013

Continúa la travesía.

Luego de la partida de la isla de Lemnos, fue Orfeo quien sugirió dirigir la embarcación a la isla de Samotracia, Jasón estuvo de acuerdo con esta idea y hacia allí se encaminaron.

Se cuenta que en dicha isla los habitantes los iniciaron en los secretos del alma y también en diversas cuestiones referidas a lo que ocurría después de la muerte, con lo cual los argonautas, luego de estar dos años de fiesta, se pusieron serios y contemplaron enseñanzas de una magnitud como pocos de nosotros podemos comprender.

Luego de partir de allí fueron a la isla del rey Cícico, donde fueron atendidos maravillosamente, tras lo cual decidieron partir. Aquella fue una estadía llena de alegría para los argonautas, pero jamás imaginaron la tragedia que se desataría sobre todos ellos, habitantes de la isla como viajantes.

Una terrible tormenta se desató en el mar y obligó a la nave Argos a volver a la isla de la que había partido o enfrentar la furia de las aguas y los vientos sabiendo sus tripulantes que era muy posible que la poderosa embarcación no resistiera tales fuerzas. Jasón decidió que no había motivo para semejante riesgo y esa noche optó por volver a la isla donde tan amablemente los habían recibido una vez.

El rey Cícico fue alertado acerca del desembarco de unos hombres quienes, por ser de noche, no habían podido ser correctamente identificados así como tampoco su embarcación, pero el hecho de que hubieran llegado a esas costas de noche, sin previo aviso y sin luces le hizo pensar al rey que se trataba de piratas o algún tipo de invasión.

Cícico no perdió tiempo y reunió a sus hombres para repeler lo que creía ser un ataque y poco después lideraba a sus hombres para ir a la lucha.

Jasón y sus hombres se vieron atacados y jamás se hubieran podido acertar al tratar de adivinar la identidad de sus agresores, por lo cual los tomaron por bandidos o ladrones y se defendieron con todas sus fuerzas.

La batalla fue terrible y la más triste y horrible muerte se llevó a cabo en la oscuridad casi absoluta, Jasón, sin saber su acción, dio muerte al rey que con tanto cariño lo había recibido.

Los gritos de los hombres elevaron al cielo el nombre del rey caído y los argonautas comprendieron la espantosa situación que se había producido, pero ya era demasiado tarde.

Jasón dio potentes gritos para que sus hombres abandonaran la lucha y los soldados supieron contra quienes estaban luchando, ante lo cual ellos también dejaron de combatir.

El valiente y generoso rey fue enterrado al amanecer y su esposa Clite, al enterarse de lo ocurrido, se ahorcó al faltarle el dueño de su corazón.

La partida de los argonautas fue silenciosa y llena de dolor y tristeza.