Rapto de Europa.

Buenos días tengan todos, otra vez yo, Zeus rey del Olimpo, me he tomado la libertad de adjudicarme el derecho de tomar la palabra en este blog; esta vez ni siquiera hubo necesidad de amenazar al híbrido que usualmente publica porque él ya sabe lo que le conviene.
Esta vez quiero compartir con ustedes una de mis tantas anécdotas amorosas, se trata en esta ocasión (ya habrá tiempo para repasar las demás) de la vez que inflamó mi pasión la figura de la muy hermosa Europa.

Resulta que iba yo caminando libre por el mundo cuando vi un grupito de cachorritas jugando inocentemente a orillas del mar, se tiraban agüita y arena, jugaban con una pelota pasándosela de mano en mano… ¡qué lindas! Lo bueno es que estaban todas completamente desnuditas y estaba una mejor que la otra. ¡Imagínense, un manjar! Lo primero que pensé fue: “esta es la mía, me tiro de cabeza entre medio de todas y nos mandamos una partuza que quedará en la historia”, pero en ese mismo momento vi a una que no había visto antes, una joven de piel blanquísima, se trataba de la más hermosa mujer que hubiera visto hasta el momento (en realidad, siempre que veo una chichí linda digo lo mismo).
Se trataba de Europa, hija de Agenor, rey de Fenicia y hermana de Cadmo, fundador de Tebas; de ella se cuenta que le había robado sus cosméticos a la mismísima Hera y por eso parecía una diosa aún siendo mortal. Así fue como yo la vi.

La cosa es que me olvidé al instante de las otras minitas, las cuales me parecieron feas en comparación con la recién divisada.
Alborotado al extremo por la visión de tan bella señorita, me transformé en un hermoso toro blanco, tenía unos músculos maravillosos, ni gordo ni demasiado delgado, tenía unos cuernos que eran una pinturita (no como los de Hera)… en fin, estaba hecho una magnífica bestia. ¿Vendrá de ahí la frase “estar hecho un toro” al referirse a alguien rozagante de vitalidad y fuerza? No importa, aún convertido en toro era un deleite para la vista.
En fin, así fue que me presenté ante ellas y todas salieron corriendo presa del horror al verme, todas menos Europa; ella se me acercó y me puso unas guirnaldas de flores alrededor del cuello.
Yo no podía más, estaba como loco, así que me agaché y ella subió a mi lomo y sin esperar más salté al agua ante la mirada horrorizada de sus compañeras y cabalgué las olas con la muchacha en mi lomo. Llegamos a la isla de Creta y ahí mismo recuperé mi verdadera forma, ella quedó maravillada y le dimos matraca de lo lindo, meta joda, meta descontrol, en un momento la agarré y… No, mejor eso no lo cuento, quédense con la idea de que lo pasamos de rechupete.
Tuve tres hijos con Europa, ellos fueron Minos, Radamanto y Sarpedón, los dos primeros fueron consagrados como jueces del Hades junto con Eaco, como premio a su altísima rectitud, por su parte Sarpedón participó en la guerra de Troya y murió frente a los muros de la ciudad.
Pero aún con todo lo lindo que fue, yo no me quería quedar enganchado con la chiquilina, ya había obtenido lo que quería y ahora quería buscar nuevas aventuras por otros horizontes, así que entregué por esposa a Europa a Asterión, rey de Creta, quien tomó mis hijos por suyos al no tener descendencia propia.
A su muerte, Europa recibió honores divinos y por ella le dieron ese nombre al continente donde le enseñé los placeres carnales. Fue también en honor a esta historia se identificó como un toro a una de las constelaciones zodiacales, a la que llamaron Tauro.