7º Podio de los dioses.
Muy buenos días tengan todos ustedes, hoy nos reunimos en esta ceremonia para homenajear a otro de los dioses olímpicos, en este caso se trata de Hefesto.
Sus historias, sus desventuras, sus ingenios y sus aciertos nos han sido revelados y cada uno de los jueces ha tomado una decisión con respecto a la calificación que habría de darle en ésta, su fiesta.
Teniendo a los seis dioses que ya han sido evaluados cómodamente sentados y al jurado ubicado en sus lugares de honor, saludamos con un gran aplauso al protagonista de esta noche.
Hefesto entró en la sala siendo saludado calurosamente, era claro que había una atmósfera de gran entusiasmo por la figura de este dios, a quien parecían los jueces tener en alta estima. Hubo uno de ellos que quiso subirse a la mesa revoleando una prenda de vestir al grito de: “Aguante el deforme”, pero parece que lo pensó dos veces y se arrepintió, o lo frenaron los otros jueces.
Hefesto ocupó su lugar privilegiado y todo comenzó.
Se releyó lo publicado acerca del dios para que todos lo tuvieran presente y luego se procedió a la votación.
El primero en responder a la votación fue el señor Roberto Peturra, quien manifestó su complacencia por lo expuesto acerca de Hefesto y decidió adjudicarle unos muy valiosos 8 puntos. Luego fue el turno de Pitoti2, quien pronunció unas palabras aún más halagüeñas hacia el dios y remató con un impecable 10 que arrancó a Hefesto un gesto de agradecimiento.
En tercer lugar se puso de pie Facundo, quien votó por primera vez, y su voz se elevó en el silencio para que un 7 se sumara a los dos votos anteriores.
El Profe también dijo unas palabras hacia el protagonista de la velada, tan favorables como las de Pitoti2 y así también fue su voto, ya que otro 10 redondo fue pronunciado.
Kace, posteriormente, se puso de pie y comenzó a hablar de Hefesto, dijo que en la tradición olímpica no aparecía el trabajo y que este dios era el único que ejercía esas tareas, por lo cual puede que esta diferencia con el resto de los inmortales fuera la causa de su representación deforme y su falta de suerte en los distintos que marcaron su vida, como una forma de rechazo a la figura de un dios que trabajaba como lo hacían los mortales. Escuché sus palabras con mucha atención. Kace votó un 10.
Luego fue el turno de otro de los debutantes en esto de ser jurado de los dioses, Lulet, quien emitió el voto más extraño de estas votaciones: 6,95.
Sir Paul K Peyronel fue el tercero en visitar este salón por primera vez, pero sus palabras fueron una sorpresa para todos, dijo que no votaría por lástima, luego quiso decir algo referido al “cornudo”, pero el martillo utilizado por el dios en su fragua voló por el aire ante tamaño insulto y destruyó el montículo desde el que hablaban los jueces precipitando así el término de las palabras de Peyronel, quien no emitió voto.
Por último, pero no menos importante, Ailin se puso de pie y desde el lugar nomás (el montículo estaba hecho astillas) emitió su voto, nuevamente se escuchó un 10 en la sala y constituyó todo un récord ya que nunca se había pronunciado tantas veces el máximo valor.
Yo, ya resignado por el resultado de estas votaciones, saqué cuentas y constaté lo inevitable.
Pero finalmente entró al recinto el doctor Culiáo Rivarola, yo lo miré con desprecio por el insulto no olvidado a Atenea, pero ya había culminado su multa y ahora tenía derecho a volver. Sin esperar mi permiso se puso a hablar se puso a discurrir acerca de lo mal que Hefesto había terminado su matrimonio con Afrodita, siendo que podía haberle quitado muchos bienes y que por su mal actuar le daba un rotundo 3.
Inmediatamente volví a hacer las cuentas y ahora el resultado total daba 64,95 que, al ser dividido entre 8 jueces daba un promedio de 8,11.
De esta manera las posiciones quedaban así:
Atenea: 8,20
Hefesto: 8,12
Apolo: 7,69
Poseidón: 6,67
Hera: 5,80
Zeus: 5,60
Artemisa: 3,90
Hefesto y Atenea bromeaban acerca de la suerte de la diosa por haber conservado el primer lugar en el último momento, Hefesto decía: “Le hubieran dado una fecha más de suspensión al abogado” y Atenea se reía y lo felicitaba. Mientrastanto yo me deshacía en halagos para el doctor, gritándole: “Genio, maestro, ídolo de multitudes”.
Sus historias, sus desventuras, sus ingenios y sus aciertos nos han sido revelados y cada uno de los jueces ha tomado una decisión con respecto a la calificación que habría de darle en ésta, su fiesta.
Teniendo a los seis dioses que ya han sido evaluados cómodamente sentados y al jurado ubicado en sus lugares de honor, saludamos con un gran aplauso al protagonista de esta noche.
Hefesto entró en la sala siendo saludado calurosamente, era claro que había una atmósfera de gran entusiasmo por la figura de este dios, a quien parecían los jueces tener en alta estima. Hubo uno de ellos que quiso subirse a la mesa revoleando una prenda de vestir al grito de: “Aguante el deforme”, pero parece que lo pensó dos veces y se arrepintió, o lo frenaron los otros jueces.
Hefesto ocupó su lugar privilegiado y todo comenzó.
Se releyó lo publicado acerca del dios para que todos lo tuvieran presente y luego se procedió a la votación.
El primero en responder a la votación fue el señor Roberto Peturra, quien manifestó su complacencia por lo expuesto acerca de Hefesto y decidió adjudicarle unos muy valiosos 8 puntos. Luego fue el turno de Pitoti2, quien pronunció unas palabras aún más halagüeñas hacia el dios y remató con un impecable 10 que arrancó a Hefesto un gesto de agradecimiento.
En tercer lugar se puso de pie Facundo, quien votó por primera vez, y su voz se elevó en el silencio para que un 7 se sumara a los dos votos anteriores.
El Profe también dijo unas palabras hacia el protagonista de la velada, tan favorables como las de Pitoti2 y así también fue su voto, ya que otro 10 redondo fue pronunciado.
Kace, posteriormente, se puso de pie y comenzó a hablar de Hefesto, dijo que en la tradición olímpica no aparecía el trabajo y que este dios era el único que ejercía esas tareas, por lo cual puede que esta diferencia con el resto de los inmortales fuera la causa de su representación deforme y su falta de suerte en los distintos que marcaron su vida, como una forma de rechazo a la figura de un dios que trabajaba como lo hacían los mortales. Escuché sus palabras con mucha atención. Kace votó un 10.
Luego fue el turno de otro de los debutantes en esto de ser jurado de los dioses, Lulet, quien emitió el voto más extraño de estas votaciones: 6,95.
Sir Paul K Peyronel fue el tercero en visitar este salón por primera vez, pero sus palabras fueron una sorpresa para todos, dijo que no votaría por lástima, luego quiso decir algo referido al “cornudo”, pero el martillo utilizado por el dios en su fragua voló por el aire ante tamaño insulto y destruyó el montículo desde el que hablaban los jueces precipitando así el término de las palabras de Peyronel, quien no emitió voto.
Por último, pero no menos importante, Ailin se puso de pie y desde el lugar nomás (el montículo estaba hecho astillas) emitió su voto, nuevamente se escuchó un 10 en la sala y constituyó todo un récord ya que nunca se había pronunciado tantas veces el máximo valor.
Yo, ya resignado por el resultado de estas votaciones, saqué cuentas y constaté lo inevitable.
Pero finalmente entró al recinto el doctor Culiáo Rivarola, yo lo miré con desprecio por el insulto no olvidado a Atenea, pero ya había culminado su multa y ahora tenía derecho a volver. Sin esperar mi permiso se puso a hablar se puso a discurrir acerca de lo mal que Hefesto había terminado su matrimonio con Afrodita, siendo que podía haberle quitado muchos bienes y que por su mal actuar le daba un rotundo 3.
Inmediatamente volví a hacer las cuentas y ahora el resultado total daba 64,95 que, al ser dividido entre 8 jueces daba un promedio de 8,11.
De esta manera las posiciones quedaban así:
Atenea: 8,20
Hefesto: 8,12
Apolo: 7,69
Poseidón: 6,67
Hera: 5,80
Zeus: 5,60
Artemisa: 3,90
Hefesto y Atenea bromeaban acerca de la suerte de la diosa por haber conservado el primer lugar en el último momento, Hefesto decía: “Le hubieran dado una fecha más de suspensión al abogado” y Atenea se reía y lo felicitaba. Mientrastanto yo me deshacía en halagos para el doctor, gritándole: “Genio, maestro, ídolo de multitudes”.