Perfiles Griegos. Duodécima entrega: Hestia.
Sean todos bienvenidos a la presentación del último de los inmortales moradores del monte Olimpo, en este caso se trata de una dama y con ella ya habremos terminado el camino que iniciamos hace tanto y que consistía en presentar ante ustedes a estos maravillosos personajes que tanto han contribuido a la historia, la cultura y, por qué no, al folklore de occidente durante los últimos dos o tres milenios.
La figura que nos reúne hoy es nada más ni nada menos que Hestia, a quien vemos en la foto con una mascotita.
La figura que nos reúne hoy es nada más ni nada menos que Hestia, a quien vemos en la foto con una mascotita.

Hestia es, al igual que Atenea y Artemisa, una diosa que había jurado mantener intacta su virginidad por toda la eternidad, en ningún momento se dejó tentar por nadie, ya fuera humano o inmortal y fue así como resistió sin inconvenientes los deseos que tanto su hermano Poseidón como también Apolo manifestaron por ella.
Fue enorme la admiración (y quizá también la incredulidad) de Zeus ante la constancia de Hestia en este asunto y como muestra de su respeto por ella y su determinación siempre le concedió la primera víctima en todos los sacrificios públicos.
La castidad inviolable de Hestia difiere mucho del libertinaje que demostraban la mayoría de los inmortales, especialmente Zeus, y esto está en perfecta consonancia con el hecho de que esta diosa era la defensora de la familia y la representante del hogar, así como también del fuego que chisporrotea y lleva calor a cada uno de los hogares. Es por esto que los griegos (y también los copiones romanos) la adoraron en el fuego que flameaba frente a ellos, sin necesidad de representarla en imágenes a lo largo de varios siglos.
Por todas estas cuestiones era considerada la deidad menos relacionada con las cuestiones materiales de todo el Olimpo, así como también la más casta y pura.