
Buenas tardes, amable teleplatea, en esta oportunidad nos hemos reunido para homenajear al más importante de todos los dioses del panteón griego, por supuesto que estoy hablando del rey de los dioses, el grandote o, como a él le gusta que le digan, “Papote” Zeus.
Sexto de seis hermanos, Zeus tuvo desafíos desde niño; es más, incluso nacer fue apoteótico para él, tanto que casi no sobrevive. Cuenta la leyenda que su padre, Cronos, había luchado contra su propio padre, Urano, porque éste enterraba a sus hijos al nacer. Armado por Gea, su madre, Cronos desafió a Urano y lucharon en una playa en la cual la victoria le sonrió al joven, quien con su guadaña castró (¡Ugh!) a su padre y le quitó el trono y la autoridad. Pero estas cosas son así, ¿viste? si le robás algo a alguien después no querés que te lo roben a vos, entonces Cronos pasó a ¡DEVORARSE! a los hijos que tenía con Rea, su hermana y esposa (sí, son todos unos degenerados) para que ninguno de ellos se revelara contra él (nunca un poquito de amor paternal). Rea no quiso que esto mismo le ocurriera a su sexto hijo (la boluda esperó cinco hijitos comidos para reaccionar) y escondió al pequeño Zeucito, dando a Cronos una pieda para que comiera. Bueno, la cosa es que Cronos no se avivó, creyó que había comido a Zeus y se quedó tranquilito. Pero no.
Zeucito fue entregado a una cabra, Amaltea, que lo crió. Al morir la cabra, Zeus tomó su piel y creó un escudo llamado la égida con la cual se protege él y también Atenea.
Zeus creció juerte y jornido, sus muchas andanzas sexuales fueron quichicientos millones más unas cuantas que ni él mismo recuerda, pero hubo dos que fueron especiales porque se convirtieron en sus esposas: Metis y Tetis (vale aclarar que estas dos eran hermanas de Cronos y Rea, por lo tanto eran tías de Zeus. No, si esto es un flor de quilombo).
Puede ser que esto esté pareciéndose a una telenovela venezolana, pero no lo es... es griega.
Zeus jamás fue fiel a sus esposas, tuvo muchos hijos con otras diosas y mujeres, él es el padre de dioses como Atenea, Apolo y Artemisa, Perséfone, Hermes, etcétera, así como de héroes tales como Perseo, Pólux, Sarpedón y muchos más.
De una de estas esposas Zeus obtuvo un brebaje único, que supo utilizar a la perfección. Zeus se juntó con Cronos y se lo hizo tomar, inmediatamente Cronos tuvo arcadas y vomitó... ¡A LOS CINCO HIJOS QUE SE HABÍA COMIDO AÑOS ATRÁS!
A que esto jamás se le ocurrió a Migré o uno de esos ¿eh? ¡Flor de culebrón!
Poseidón, Hades, Hestia, Deméter y Hera aparecieron frente a Cronos mientras le decían cosas como: “Tomá, gil, el Zeus nos rescató” o el cancheresco: “Chiva, chiva, a llorar a la iglesia”.
Tiempo después, Zeus se casó con su hermana Hera (Sí, con la hermana, igualito a sus papis) y tuvieron como hijos a dioses que vivieron con ellos en el Olimpo (Hefesto, Ares), aunque también Zeus tuvo muchos hijos con otras diosas y mujeres que llevaron a Hera a estar siempre celosa y odiando a todas sus amantes. El más famoso hijo extramatrimonial de Zeus fue Heracles, a quien Hera siempre odió y quiso matar.
Pero esto tan lindo duró poco, porque Cronos y sus hermanos, los titanes, querían derrocar a los dioses del Olimpo y les iniciaron una guerra llamada Titanomaquia. Dioses contra titanes, todos ellos inmortales, lucharon durante diez años, hasta que nuevamente el hijo se impuso al padre y los titanes fueron enterrados debajo de montañas para que no pudieran escapar en toda la eternidad.
¿Todo lindo entonces? ¡Minga! Viendo que los titanes no estaban dando vueltas, los gigantes se tiraron contra los dioses. Muchos dioses se asustaron frente a los gigantes y huyeron, dejando a Zeus solo para luchar.
El oráculo decía que solo vencerían con la ayuda de un ser que no fuera mortal ni inmortal y los dioses creían que eso significaba que no ganarían nunca, pero de repente.... tan-tan-tan-tan... ¡Apareció Hércules, un semi-dios! Viendo que Hércules y Zeus (pavada de dúo) luchaban juntos y habiendo entendido la profecía, muchos dioses volvieron para luchar, pero siempre era Hércules el que debía darle el golpe de gracia porque de otra manera no podían ser vencidos (los gigantes no eran inmortales).
Luego de la Gigantomaquia, los dioses pudieron vivir tranquilos, y Zeus pudo seguir volteándose a cuanta minuza le pasara cerca.
Todavía anda Zeus por el Olimpo diciendo: “Chau, querida, me voy a pescar con los muchachos” cada vez que ve a una linda damisela (o muchacho, recueden a Ganímedes) a quien le quiere romper el invicto.